Habilidades sociales

La escuela es un agente de socialización de capital importancia, ya que en su entorno se desarrollan las primeras interacciones sociales fuera del ámbito familiar, y está adquiriendo cada vez una mayor responsabilidad en el desarrollo de la competencia social de sus alumnos para enfrentarse a todo un conjunto de problemas sociales y personales (Goldstein y otros, 1989) y para que consigan alcanzar una satisfactoria adaptación social en los diferentes campos en los que vayan a desenvolverse.

La escuela como institución trasmisora de los valores dominantes en la sociedad, se ha centrado, sobre todo, en la enseñanza de habilidades académicas relacionadas con el éxito escolar (matemáticas, ciencias, idiomas, etc.), relegando su función socializadora, que debe realizar junto con la familia y, en general, con la sociedad.

En el contexto escolar es necesario que el alumno desarrolle unas habilidades sociales fundamentales de gran importancia tanto para su rendimiento académico como para su desarrollo social (Guralnick, 1986; Parker y Asher, 1987). Aunque existe una correlación entre las habilidades sociales requeridas para actuar de forma competente en ambos dominios, hay diferencias entre ellas, ya que están condicionadas por las tareas, contextos y situaciones sociales (Schlundt y Mc Fall, 1985), de tal forma que una actuación competente en relación con el profesor no tiene porque serlo en relación con los compañeros.

En el marco escolar, la presencia de conductas violentas en las relaciones interpersonales entre escolares en los últimos años ha constituido una de las principales quejas tanto de los padres como de los profesores, a la vez que se vislumbra como uno de los principales problemas y objeto de intervención, en tanto que parece ser un buen predictor de la inadaptación social en la edad adulta. Por ello, en este estudio se pretende estudiar el problema del acoso escolar, así como su relación con ciertas habilidades sociales relevantes: autoexpresión en situaciones sociales, defensa de los propios derechos, expresión de enfado o disconformidad, decir no y cortar interacciones, hacer peticiones e iniciar interacciones positivas con el sexo opuesto.

Numerosos autores evocan a los padres, centros y sociedad, la responsabilidad educadora para encauzar una adecuada socialización que permita a los alumnos convertirse en adultos socialmente competentes, sustituyendo actuaciones violentas por otros modos de expresión que impliquen una adecuada competencia prosocial (Lancelotta y Vaughn, 1989).

Para desempeñarse efectivamente en el mundo social es necesario aprender a reconocer, interpretar y responder de manera apropiada a las situaciones sociales. Se debe juzgar la forma de conciliar las necesidades y expectativas propias con la de los demás (Shapiro, 1997).

 

Orígenes y definición

La habilidad es la capacidad o elemento psicológico disposicional que permite entender la variabilidad de respuestas que se observa ante una misma situación por parte de personas distintas. La habilidad, como tal, no es directamente observable, la unión entre la respuesta concreta y la habilidad exige una inferencia lógica, por ello, la habilidad es un constructo psicológico que daría razón de la respuesta observable, sin identificarse con ella. La puesta de acción de una respuesta hábil exige no solamente la posesión de esa habilidad, sino también la presencia de una serie de condiciones que no inhiban esa respuesta en acción (Pelechano, 1996).

Usualmente la habilidad representa una unidad de análisis en la que se integran dos o más hábitos de respuesta. En este sentido, se proponen tres grandes tipos de habilidad: las relacionadas con la motricidad, las que se refieren a los lenguajes y, las que se refieren al mundo social- interpersonal. En cada uno de estos dominios se encuentran posteriores subdivisiones y en el caso de las habilidades interpersonales o sociales, éstas son las disposiciones cognitivas que promueven una comprensión hacia los problemas de los demás, se plasman en la solución de los problemas interpersonales propios y ajenos, y permiten considerar a los seres humanos como personas, y no como objetos o elementos instrumentales, que se utilizan para el propio provecho (Pelechano, 1996).

Empatía, altruismo, previsión de consecuencias de acciones propias y ajenas, atribución de causas de las acciones de uno mismo y de los demás y, la utilización de medios social y éticamente permitidos para el logro de fines, son elementos conceptuales que deberían ser tomados en consideración a la hora de la dimensionalización empírica de las habilidades sociales (HHSS). Claro que los correlatos operativos y formas correctas de expresión de estas habilidades dependen del contexto sociocultural y grupo de referencia dentro del cual se presentan (Pelechano, 1996).

Desde esa fecha a la actualidad han surgido disimiles criterios que distan más o menos del primero, sin embargo, se mantiene la esencia donde se encuentran exponentes como Wolpe (1958), Albert y Emmens (1978), Linehan (1984), Phillips (1985), Curran (1985), Argyle y Kedon (1987) y finalmente Caballo, quien en 1987 emite un criterio con la cual la mayor parte de los investigadores trabajan en la actualidad.

Hubo 3 fuentes importantes. La primera, reconocida como la más importante que se apoya en el temprano trabajo de Salter (1949) denominado “Conditioned Reflex Therapy” (Terapia de Reflejos Condicionados), a su vez influido por los estudios de Pavlov sobre la actividad nerviosa superior. El trabajo de Salter fue continuado por Wolpe (1958), que fue el primer autor en emplear el término “asertivo”, y más tarde por Lazarus (1966) y Wolpe (1966) y Wolpe y Lazarus (1966). Albert y Emmons (1970), dieron nuevos impulsos a la investigación de habilidades sociales. Una segunda fuente la constituyen los trabajos de Zigler y Phillips (1969, 1961), sobre la “competencia social“. Esta área de investigación con adultos institucionalizados mostró que, cuanto mayor es la competencia social previa de los pacientes que son internados en el hospital, menor es la duración de su estancia en él y más baja su tasa de recaídas. El nivel de competencia social anterior a la hospitalización demostró ser mejor predictor del ajuste posterior a la hospitalización, que el diagnóstico psiquiátrico o el tipo de tratamiento recibido en el hospital.

El movimiento de las habilidades sociales tuvo parte de sus raíces históricas en el concepto de habilidad, aplicado a las interacciones hombre–máquina, donde la analogía con estos sistemas implicaba características perceptivas, decisorias, motoras y otras relativas al procesamiento de la información (Caballo, 2002).

Se dio una serie de evoluciones de diferentes términos hasta llegar al de habilidades sociales. Primero Salter (1949) empleó la expresión “personalidad excitatoria”, que más tarde Wolpe (1958) sustituirá por la “conducta asertiva”. Posteriormente, algunos autores propusieron cambiar el término de Salter por otros nuevos, “libertad emocional” (Lazarus, 1971), “efectividad personal “(Liberman y cols, 1975) o “competencia personal”, entre otros.

A mediados de los años setenta se emplea el término de habilidades sociales debido a su mayor implantación, y a que muchos autores, consideran que el constructo de la aserción debiera ser eliminado (Caballo, 2002).

El término habilidad se utiliza para indicar que la competencia social no es rasgo de personalidad, sino más bien un conjunto de comportamientos aprendidos que incluyen comportamientos verbales y no verbales, suponiendo iniciativas y respuestas efectivas y apropiadas, acrecentando el reforzamiento social, es decir (Bonet, 2000):

  1. Las habilidades sociales se adquieren, principalmente, a través del aprendizaje (por ejemplo, mediante la observación, la imitación, el ensayo y la información).
  2. Las habilidades sociales incluyen comportamientos verbales y no verbales, específicos y discretos.
  3. Las habilidades sociales suponen iniciativas y respuestas efectivas y apropiadas.
  4. Las habilidades sociales acrecientan el reforzamiento social (por ejemplo, las respuestas positivas del propio medio social).
  5. Las habilidades sociales son recíprocas por naturaleza y suponen una correspondencia efectiva y apropiada (por ejemplo, la reciprocidad y coordinación de comportamientos específicos).
  6. La práctica de las habilidades sociales está influida por las características del medio (por ejemplo, especificidad situacional). Es decir, factores como son: la edad, el sexo y el estatus del receptor, afectan la conducta social del sujeto.
  7. Los déficit y excesos de la conducta social pueden ser especificados y objetivados a fin de intervenir.

Tanto Michelson (1983) como Caballo (2002), concuerdan con la definición de Habilidades Sociales. Por tanto, fusionando ambas definiciones tendremos que, las Habilidades Sociales son un conjunto de comportamientos aprendidos realizados por un individuo en un contexto interpersonal, expresando comportamientos verbales y no verbales, sentimientos, actitudes, deseos, opiniones, derechos, suponiendo así iniciativas y respuestas efectivas y apropiadas a la situación acrecentando de este modo el reforzamiento social, pero a la vez, resolviendo los problemas inmediatos de la situación mientras se reduce la probabilidad de que aparezcan futuros problemas.

Dentro de esta definición hay que considerar 3 elementos:

  1. Manifestación de conductas en situaciones interpersonales. Es necesario, por tanto, describir en qué consiste la situación, contexto, qué personas.
  2. Conductas que se realizan de un modo adecuado a la situación. Necesidad de describir cuál es la manifestación adecuada de esa conducta de forma objetiva. Conductas verbales y no verbales (mirada, expresión de la cara, tono de voz, expresión corporal), conductas molares y moleculares.
  3. Normalmente resuelve los problemas. La conducta habilidosa se entiende en términos de su posibilidad de llevar hacia la consecución de objetivos, de consecuencias reforzantes. Hay que preguntarse, por tanto, qué quiero conseguir yo en esa situación determinada. Puede querer conseguir:
  • Un objetivo material determinado (cambiar mercancía defectuosa). «Efectividad de los objetivos».
  • Mantener o mejorar la relación con la otra persona en la interacción. «Efectividad en la relación».
  • Mantener la autoestima de la persona socialmente habilidosa. «Efectividad en el respeto a uno mismo».

 

Componentes de la habilidad social

En general, se consideran 3 componentes de la habilidad social: conductual, cognitivo y fisiológico. La mayor parte de la literatura de las habilidades sociales se ha orientado a los elementos conductuales, aunque se está produciendo un auge progresivo en el estudio de la conducta encubierta, como pensamientos, creencias, etc. (Caballo, 2002), no obstante, dichos componentes están aún sin establecer. Finalmente, la información sobre los elementos fisiológicos es prácticamente inexistente, y la mayoría de los investigadores en este ámbito reclaman una mayor ampliación de esta línea de trabajo.

A continuación, haremos un breve repaso a los componentes, centrándonos básicamente en los componentes conductuales.

Componentes no verbales

Se trata de uno de los componentes más importantes dada la dificultad que supone su control. Está claro que podemos decidir qué decimos y qué no, pero aunque optemos por no hablar, seguimos emitiendo mensajes y, en esa medida, aportando información sobre nosotros. Por lo tanto, se trata de un factor inevitable y que cuenta con un poder extraordinario. La comunicación verbal tiene diversas funciones. A veces nos permite enfatizar un aspecto de nuestro discurso, otras, nos permite sustituir las palabras. Pero también a veces puede contradecir lo que estamos diciendo (Caballo, 1998, 2002):

a) Se define como el mirar a otra persona a los ojos, o de forma más general, a la mitad superior de la cara. La mirada mutua implica que se ha establecido “contacto ocular” con otra persona. Una gran parte de las interacciones de los seres humanos dependen de miradas reciprocas. Los significados y funciones de las pautas de miradas son múltiples. Se utiliza generalmente para abrir y cerrar los canales de comunicación y es especialmente importante para regular y manejar turnos de palabra. Se considera que la función de la mirada es sincronizar, acompañar o comentar la palabra hablada. Si la persona que escucha mira más, produce más respuesta del hablante, y si el que habla mira más, se percibe como más persuasivo y seguro. Por otro lado, algunos patrones extremos de la mirada como, por ejemplo, duración o desviación excesiva de la mirada, pueden ser conductas desadaptativas en la comunicación.

b) EXPRESIÓN FACIAL. La cara es el principal sistema de señales para mostrar las emociones. Hay seis emociones principales y 3 áreas de la cara responsables de su expresión. Las emociones son: alegría, sorpresa, tristeza, miedo, ira y asco/desprecio. Las tres regiones fáciles implicadas son la frente-cejas, los ojos parpados y la parte inferior de la cara. Una conducta socialmente habilidosa requiere una expresión facial que esté de acuerdo con el mensaje. Por ejemplo, si una persona muestra una expresión facial de miedo o de enfado mientras intenta iniciar una conversación con alguien es probable que no tenga éxito.

c) Es un componente importante de la comunicación social y puede tener diferentes funciones. Puede utilizarse como sonrisa defensiva, para ocultar otra emoción, como gesto de pacificación o para expresar una actitud favorable creando un buen clima. Aunque algunos de los tipos de sonrisa suponen una intención oculta para la persona que la recibe, en general, sus funciones son más positivas que negativas: puede servir para transmitir el hecho de que a una persona le gusta otra, puede suavizar un rechazo, comunicar una actitud amigable y animar a los demás a que le devuelvan a uno una sonrisa (Abascal, 1999). A pesar de que existen pocos datos al respecto y algunos datos contradictorios, la mayoría de la literatura coincide en señalar que la sonrisa es un componente que correlaciona positivamente con la habilidad social.

d) Un gesto es cualquier acción que envía un estímulo visual a un observador. Los gestos se constituyen en un segundo canal de comunicación, aquellos que sean apropiados a las palabras que se dicen servirán para acentuar el mensaje añadiendo también franqueza, confianza en uno mismo y espontaneidad por parte del que habla. Los elementos más importantes en los gestos son las manos, aunque también pueden contribuir la cabeza y los pies. La cultura constituye un elemento central para poder interpretar de manera adecuada el significado de la mayoría de los gestos.

e) Se refiere a la posición del cuerpo y de los miembros, la forma en que la persona refleja sus actitudes y sentimientos sobre sí misma y su relación con los otros. Las dos principales dimensiones de la postura en contextos sociales son el acercamiento (inclinación hacia delante, proximidad física, orientación directa) y la relajación-tensión que sirve para comunicar actitudes (dominancia, sumisión).

Las posiciones de la postura transmiten actitudes (determinación, calidez, sorpresa…) y emociones específicas (indiferencia, ira…). También se han diferenciado cuatro categorías posturales (Mehrabain, 1968 en Caballo, 2002):

  • Acercamiento: Postura atenta comunicada por una inclinación hacia delante del cuerpo.
  • Retirada: Postura negativa, de rechazo o de repulsa, que se expresa retrocediendo o volviéndose hacia otro lado.
  • Expansión: Postura arrogante o despreciativa que se refleja en la expansión del pecho, el tronco recto o inclinado hacia atrás, la cabeza erguida y los hombros elevados.
  • Contracción: Postura cabizbaja o de abatimiento que se caracteriza por un tronco inclinado hacia adelante, una cabeza hundida, los hombros que cuelgan y el pecho hundido.

f) PROXIMIDAD: Podemos señalar que el tipo de orientación espacial denota el grado de intimidad/formalidad de la relación. Cuando más cara a cara es la orientación, más intima es la relación y viceversa. El grado de proximidad expresa claramente la naturaleza de cualquier interacción y varía con el contexto social. Dentro del contacto corporal, existen diferentes grados de presión y distintos puntos de contacto que pueden señalar estados emocionales, como miedo, actitudes interpersonales o un deseo de intimidad.

g) APARIENCIA PERSONAL. La cara, el pelo, las manos y la ropa son los aspectos fundamentales en los que basamos los juicios sobre el atractivo físico. Si bien estos elementos son importantes en un primer momento, van perdiendo importancia según la relación va avanzando.

Los déficit o errores en los componentes no verbales provocan un impacto emocional negativo en el interlocutor y puede generar un juicio sobre cómo somos. Es cierto que en la mayor parte de las ocasiones no somos conscientes de ello y, por ello, atribuimos nuestros fracasos a otros componentes de los que sí tenemos registro.

Componentes paralingüísticos

Nos referimos a una serie de aspectos que acompañan al habla y que contribuyen a modular el mensaje.

a) VOLUMEN DE LA VOZ. La función más básica del volumen consiste en hacer que un mensaje llegue hasta un oyente potencial. El volumen alto puede indicar seguridad y dominio. Sin embargo, hablar demasiado alto que sugiere agresividad ira o tosquedad o el volumen muy bajo que pueden señalar actitud temerosa, pueden tener también consecuencias negativas. Los cambios en el volumen de voz pueden emplearse en una conversación para enfatizar puntos.

b) Un mismo contenido puede contener diferentes mensajes según la entonación con que se pronuncie, por lo que se trata de un componente fundamental. La entonación sirve para comunicar sentimientos y emociones. Unas palabras pueden expresar esperanza, afecto, sarcasmo, ira, excitación o desinterés, dependiendo de la variación de la entonación del que habla. Una escasa entonación con un volumen bajo indica aburrimiento o tristeza. Un tono que no varía puede ser aburrido o monótono. Se percibe a las personas como más dinámicas y extrovertidas cuando cambian la entonación de sus voces a menudo durante una conversación. Las variaciones en la entonación pueden servir también para ceder la palabra. En general una entonación que sube es evaluada positivamente (es decir como alegría), una entonación que decae, negativamente (como tristeza, una nota fija, como neutral). Muchas veces la entonación que se da a las palabras es más importante que el mensaje verbal que se quiere trasmitir.

c) La claridad a la hora de hablar es importante. Si se habla arrastrando las palabras o borbotones, con un acento o vocalización uno se puede hacer más pesado a los demás. El habla entrecortada por dudas o vacilaciones, a pesar de ser bastante frecuente, puede dar la impresión de inseguridad. Otro aspecto relacionado con la fluidez es el uso que se haga de los silencios. Resulta igualmente inadecuado abusar de ellos, porque pueden producir aburrimiento, como utilizar el tiempo con expresiones de relleno, que pueden denotar ansiedad.

d) Está directamente relacionada con los silencios. Cuando se habla muy rápido puede entorpecerse la comprensión del mensaje y puede interpretarse como ansiedad en unos casos o vehemencia en la defensa de lo que se está explicando a otros, mientras que hablar muy despacio puede hacer que se pierda el sentido de lo que se está diciendo.

 

Componentes verbales: la conversación

La conversación es la principal herramienta que utilizamos para interactuar con los demás. También debemos tener en cuenta que las conversaciones pueden tener diferentes objetivos, que son los que van a determinar la idoneidad de los componentes que se describen a continuación. Podemos diferenciar una serie de elementos que son centrales en desarrollo de las conversaciones:

a) El hablar se emplea para una variedad de propósitos como, por ejemplo, comunicar ideas, describir sentimientos, razonar y argumentar. Las palabras dependerán de la situación en que se encuentre una persona, su papel en esa situación y lo que está intentando lograr. El tema o contenido del habla puede variar en gran medida. Puede ser íntimo o interpersonal, sencillo o abstracto, informal o técnico. Algunos elementos verbales que se han encontrado importantes en la conducta socialmente habilidosa han sido por ejemplo, las expresiones de atención personal, los comentarios positivos, el hacer preguntas, los refuerzos verbales, el empleo del humor, la variedad de los temas, las expresiones en primera persona, etc. (Abascal, 1999).

b) DURACIÓN DEL HABLA. Se considera socialmente competentes a las personas que hablan más del 50% del tiempo (Ballester y Gil, 2002). Los que hablan más del 80% pueden ser considerados dominantes o descorteses, mientras que los que sólo hablan un 20% del tiempo de la conversación pueden ser interpretados como fríos y poco atentos. Es decir, debe establecerse un ritmo de intercambio en el que se asuma aproximadamente el 50% de la conversación.

c) RETROALIMENTACIÓN. Al hablar necesitamos información de forma intermitente, pero regular, para adecuar nuestro discurso al interlocutor y conocer si estamos aburriendo, nos hacemos entender… la retroalimentación puede ofrecerse con la mirada y, en general, con la actitud. Es poco frecuente que se ofrezca una adecuada retroalimentación, en ocasiones, podemos ofrecerla en momentos inoportunos, interrumpiendo sin esperar una pausa apropiada, lo que genera sensación de que se desea es ser escuchado y no tanto escuchar.

d) Aunque lo común es que se utilicen para obtener información, tienen también otros cometidos, como expresar interés, facilitar el inicio de una conversación y, más adelante, prolongarla o acortarla. Las preguntas abiertas amplían las posibilidades de expresión del interlocutor, por el contrario, las cerradas las reducen.