Contacto:

Contacto:

SINDROMES CONVULSIVOS

Comparte

El Síndrome convulsivo; es definido como status convulsivo; la presencia de crisis convulsivas frecuentes o de duración excesiva, o la no recuperación de la consciencia entre una y otra crisis. Algunos investigadores limitan la duración de la convulsión a 30 minutos, puesto que sobrepasado este tiempo, suele presentarse una lesión neuronal irreversible.

Una crisis convulsiva es el resultado de una descarga neuronal súbita, excesiva y desordenada en una corteza cerebral estrictamente normal o patológica. Se origina por una inestabilidad de la membrana neuronal causada, a su vez, por una hiperexcitación de la misma o por un déficit de los mecanismos inhibidores normales.

La causa más frecuente de crisis convulsiva y de status convulsivo es la suspensión del medicamento antiepiléptico en un paciente con epilepsia reconocida. El síndrome convulsivo puede ser debido a múltiples causas cerebrales y sistémicas (epilepsia secundaria o adquirida), aun cuando también puede presentarse sin que exista una causa demostrable (epilepsia idiopática). Otras causas suelen ser las infecciones del sistema nervioso central, metabólicas, (hipoglicemia, hipocalcemia, hipomagnesemia), intoxicaciones, traumatismos craneoencefálicos, fiebre, malformaciones arteriovenosas, tumores cerebrales, insuficiencia hepática, uremia, y compromiso del sistema nervioso central por lupus eritematoso sistémico, entre otras.

ETIOLOGIA/EPIDEMIOLOGÍA

Cualquier enfermedad que afecte a los hemisferios cerebrales puede conducir a la descarga neuronal excesiva, la epilepsia se divide a grandes rasgos en dos categorías: Epilepsia esencial, idiopática o primaria y Epilepsia secundaria, sintomática o adquirida, que incluye también la criptogenética. El abordaje diagnóstico varía en función del tipo de crisis y síndrome identificado y de la edad del paciente y por tanto, debe ser individualizado. Aunque no existe acuerdo entre los distintos autores, de forma arbitraria puede considerarse tardía una epilepsia que se inicia a partir de los veinte años. A partir de esta edad, los factores etiológicos van cambiando. Aproximadamente el 80% de las epilepsias debutan antes de los 18 años.

En la Tabla  se especifican las causas más frecuentes de epilepsia para todas las edades.

Idiopática (30%)
Sintomática o secundaria (30%)

Ligada al desarrollo(5,5%)

Congénita

Hereditaria: cromosomopatía, metabolopatía, facomatosis.
Prenatal: malformaciones, infecciones intrauterinas, teratogenicidad.
Perinatal: anoxia del parto,distocia,incompatibilidad Rh,infección del recién nacido.

Convulsiones febriles atípicas

Tumores cerebrales (3,6%)
Patología vascular cerebral (13,2%): malformación arteriovenosa, accidente vascular cerebral
Traumatismo cráneo-encefálico (4,5%)
Infecciones del SNC (2,6%)
Degenerativas(1,8%): Alzheimer, Creutzfeld-Jacob, esclerosis múltiple.

Criptogenética (40%)

Con los métodos diagnósticos actuales puede llegarse a conocer la etiología en un 50-60% de los casos. Existen dos problemas frecuentes: evaluar el papel etiológico de un o unos antecedentes en un paciente concreto (por ejemplo, un paciente alcohólico que tiene antecedentes familiares de epilepsia y sufrió un traumatismo craneoencefálico) y admitir que la etiología puede ser multifactorial en un buen número de casos. Se han sugerido las siguientes situaciones como indicadoras de realizar una búsqueda insistente de etiología: Epilepsia tardía, epilepsia de inicio muy precoz (neonatal, lactante), síndromes epilépticos con varios tipos de crisis, crisis de evolución progresiva en frecuencia o intensidad, crisis cuyo control requiera un aumento progresivo del número de fármacos, crisis a las que se asocian otros síntomas neurológicos, crisis parciales, epilepsias que cursan repetidamente con focalidad lenta en el EEG intercrítico y relación clínica-EEG-TAC inexplicable. Debe distinguirse la causa de la epilepsia del factor desencadenante de una crisis concreta, éstos a menudo desencadenan una crisis en un paciente con epilepsia crónica. . Los fármacos que pueden llevar a desencadenar una crisis así como los tóxicos ambientales, dado su numero, se detallan aparte.

El factor más frecuentemente implicado es el factor genético (en un 26-37% de casos) 2, ya sea directamente, o como causante de una enfermedad que cursa con epilepsia. La historia familiar puede revelar familiares con crisis epilépticas o con enfermedades asociadas a epilepsia. La epilepsia generalizada primaria tiene un patrón de herencia autosómica dominante. Se cree que el «umbral para la epilepsia» es heredado, tal vez de forma poligénica.

Los antecedentes patológicos nos pondrán sobre la pista de otros factores como infecciones del sistema nervioso central: meningitis, encefalitis, abcesos, complicaciones asociadas al SIDA). La patología vascular cerebral: la epilepsia vascular es frecuente a partir de los 60 años, e incluye trastornos isquémicos y hemorrágicos. Las crisis se presentan al mismo tiempo que el accidente vascular o le siguen al poco tiempo. Otras causas vasculares incluyen las malformaciones arterio venosas en las que las crisis son un acompañante frecuente y a menudo el único síntoma, y los aneurismas cerebrales, como rara secuela de una hemorragia. Las vasculitis, las complicaciones de la adicción a cocaína y la encefalopatía hipertensiva son causas raras. El tumor cerebral: aparecen crisis en el 20-70% de los pacientes con tumores cerebrales, primarios o metastásicos. Los tumores suponen del 4-15% de las etiologías según las series. El traumatismo-cráneo-encefálico, especialmente la contusión cerebral, las fracturas abiertas y los hematomas secundarios. Las enfermedades degenerativas, por ejemplo, en la enfermedad de Alzheimer el riesgo de crisis epilépticas se ve multiplicado por 10. Las facomatosis, por ejemplo, en la esclerosis tuberosa de Bourneville, en el síndrome de Stuge-Weber, en los hamartomas de la neurofibromatosis. Las complicaciones prenatales, perinatales y neonatales, como los traumatismos cerebrales del nacimiento ya sean mecánicos, hipóxicos o hemorrágicos, las infecciones intrauterinas y neonatales, las alteraciones metabólicas. Los tóxicos, de ellos por la elevada incidencia en nuestro país debe hacerse especial mención del alcohol, alrededor de la mitad de las crisis que sufren los alcohólicos son verdaderamente crisis epilépticas, el resto son secundarias a la abstinencia o a la intoxicación y deben ser consideradas por lo tanto dentro de los trastornos tóxico-metabólicos.

ATENCIÓN DE ENFERMERÍA

CUIDADOS DE ENFERMERÍA DEL PACIENTE CON TRASTORNOS CONVULSIVOS

Valoración

El personal de enfermería debe preguntar al paciente si ex­perimenta síntomas prodrómicos, mareos o estumecimientos, así como recoger datos sobre las manifestacio­nes sensoriales y motoras observadas por el paciente o por algún observador durante las crisis, incluyendo movimien­tos oculares, movimientos del cuerpo o las extremidades o cambios en la consciencia. Es necesario recoger infor­mación sobre la posible aparición de incontinencia fecal o urinaria, así como datos sobre la duración de las crisis. También hay que conseguir una descripción del estado postictal por parte del paciente o de algún observador, y averiguar asimismo la edad de comienzo, la frecuencia, la duración y la intensidad de las crisis.

Se debe valorar la existencia de factores precipitantes, como fatiga, hipoglucemia o luces intermitentes. Se debe obtener la historia del paciente en lo referente a las convulsiones, así como la historia de los familiares en relación con la posible existencia de trastornos convulsivos en otros miembros de la familia. Hay que obtener la historia social relacionada con el consumo de alcohol y drogas, y recabar información acerca de los medicamentos que esté tomando o haya tomado el paciente.

El personal de enfermería realizará una exploración física del sistema nervioso, observando los posibles cam­bios en el estado mental, la función de los nervios cranea­les, el tono o la fuerza musculares, las sensaciones prima­rias o corticales, los reflejos anormales, la marcha y la función cerebelar. Se debe registrar cualquier actividad convulsiva que se produzca durante la recogida de la his­toria y la exploración física.

Si presencia una crisis, el personal de enfermería debe registrar las manifestaciones clínicas que se observen, en especial las iniciales (p. ej., en qué dirección se vuelven los ojos o la cabeza). Hay que registrar meticulosamente la progresión de la actividad convulsiva, así como la du­ración de la crisis. Durante la misma, se comprobarán el grado de consciencia, el tamaño de las pupilas y la mira-da. También se valorará el estado postictal. Es preciso constatar si el paciente ha sufrido lesiones (p.ej., en la len-gua o la boca). A medida que el paciente va recuperando la consciencia, se valorarán el estado mental y la potencia muscular.

Diagnóstico de enfermería

Durante la fase convulsiva (ictus), son importantes los si­guientes diagnósticos de enfermería:

Alteración de la consciencia por la actividad convulsiva.

Elevado riesgo de lesiones por alteración de la conciencia y/o actividad motora tonicoclónica.

Elevado riesgo de aspiración por ineficaz las vías respiratorias.

Alteraciones sensoriales / de la percepción relacionadas con el aura y la alteración de la función neuronal.

Alteraciones de la movilidad física por merma de la consciencia y/o la actividad motora tonicoclónica.

Alteración de la integridad cutánea por la actividad motora tonicoclónica o por caídas.

Los diagnósticos de enfermería relativos a tal son:

Elevado riesgo de lesiones por alteración de las funcio­nes cognoscitivas.

Alteración de la consciencia relacionada con la activi­dad convulsiva.

Alteración de los procesos mentales: confusión relacio­nada con la actividad convulsiva.

Alteración de la movilidad física por fatiga postictal o parálisis de Todd.

No dejar al paciente solo durante una crisis.

Si el paciente experimenta un aura, hacer que se tumbe.

Tratar de prevenir o de interrumpir la caída del paciente si se produce una crisis con inconsciencia sin previo aviso.

Colocar al paciente sobre el suelo o en una cama. Mantener las vías respiratorias abiertas, colocando la cabe­za del paciente en posición lateral; no introducir objetos, por ejemplo depresores linguales.

Incontinencia intestinal causada por la medicación an­ticonvulsivante.

Alteración de los procesos mentales debido a la medi­cación anticonvulsivante  el déficit de conocimien­tos.

Ansiedad y miedo en relación con la actividad con­vulsiva.

Tratamiento individual ineficaz debido a la presencia del trastorno convulsivo.

Trastorno de la autoestima relacionado con la ansiedad, el miedo y el estigma social.

Incumplimiento del régimen terapéutico.

Paternidad alterada o afrontamiento familiar por causa del trastorno convulsivo.

Aislamiento social relacionado con la ansiedad, el mie­do, el afrontamiento ineficaz y el estigma social.

Déficit de conocimientos en relación con el régimen rapéutico, el control de los efectos secundarios, estrategias de afrontamiento y las implicaciones especiales y profesionales.

Durante una crisis y durante la fase postictal, el objetivo primordial de enfermería consiste en tratar de controlar las convulsiones y proteger al paciente frente a las lesio­nes, tanto físicas como psicológicas.

Si se trata de trastornos convulsivos incurables, entre los objetivos de enfermería se incluyen también la ayuda al paciente y a su familia a vivir con dicha enfermedad y a limitar el impacto que las convulsiones puedan tener en sus vidas.

 

EJECUCIÓN

Asistencia durante las crisis

Durante una crisis, el personal de enfermería ha de pro­teger al paciente de las lesiones y permanecer a su lado. Si experimenta un aura, el personal le ayudará a acostarse. Si se produce una crisis con inconsciencia sin previo aviso, el personal de enfermería tratará de prevenir o de­tener la caída. Hay que acomodar al paciente en la cama o en el suelo y aflojar las ropas que le compriman el cue­llo, así como proteger su cabeza contra posibles lesiones colocando una almohada debajo o poniendo la cabeza en el regazo del profesional de enfermería, si es posible.

Es necesario mantener las vías respiratorias despejadas, co­locando la cabeza del paciente en posición lateral para un adecuado drenaje de las secreciones (esto puede resultar imposible mientras no cesen las convulsiones). Nunca se deben introducir en la boca del paciente objetos como de­presores linguales durante la actividad convulsiva. A ser posible, se cubrirá al paciente para evitar una indebida ex­posición física. Una vez cesadas las convulsiones, se pue­de colocar al paciente de costado para facilitar el drenaje de la boca. Es conveniente manejar el incidente con la me­nor publicidad y alteración posibles.

El estado postictal del paciente varía en función del tipo de crisis y de la intensidad de la actividad convulsiva. La plena función cognoscitiva suele recuperarse rápidamen­te tras la mayoría de las crisis parciales y de los ataques de ausencia. Cuando el paciente recupera la conciencia, hay que valorar su atención (memoria inmediata), su me­moria reciente (orientación), su memoria remota y su capacidad de abstracción. El personal de enfermería debe reorientar al paciente. Si éste no mantiene intacta su capacidad cognoscitiva, se le proporcionará un entorno tranquilo y se le dejará descansar hasta que pase la fase postictal. Hay que volver a valorarle cada 30 mine El per­sonal de enfermería debe tranquilizar y apoyar al pacien­te, permitiéndole expresar sus temores, ansiedad, frustra­ción y demás sentimientos que pueda experimentar.

En el caso de las crisis tonicoclónicas generalizadas, el estado postictal persiste durante más tiempo. Cuando el paciente presenta una actividad convulsiva intensa y pro­longada, puede quedar muy fatigado y con las facultades cognoscitivas alteradas durante varias horas o más. Hay que trasladarle a un entorno tranquilo para que duerma o repose hasta recuperarse. El personal de enfermería debe valorar al paciente cada 30 min. o una hora hasta que re­cupere totalmente las facultades cognoscitivas o llegue la hora de dormir.

En ocasiones, el enfermo puede experimentar una pa­rálisis postictal de Todd, que desaparece de modo gradual. El paciente debe reposar hasta que desaparezca la paráli­sis, y será necesario tranquilizarle, asegurándole que la pérdida motora cesará en poco tiempo.  Durante las crisis parciales y de ausencias, deberán to­marse medidas de protección que dependerán de la natu­raleza de la crisis. Es muy importante no mostrarse exce­sivamente restrictivo o protector. El personal de enfermería deberá proteger al paciente frente a una exposición o una vergüenza indebidas, además de tranquilizarle y apoyarle. Los familiares también pueden requerir apoyo e infor­mación durante la crisis y después de la misma.

Estado epiléptico

Si el paciente empieza a experimentar una segunda crisis antes de haberse recuperado de la anterior, hay que avi­sar al médico inmediatamente. Esta situación puede supo­ner el inicio de un estado epiléptico y constituye una ur­gencia médica. En el estado epiléptico, el personal de en­fermería se encarga de las medidas de mantenimiento y de administrar los fármacos prescritos, por lo general fe­nobarbital sódico, dífenilnidantoína (Dilantin), loracepam (Ativan) y diacepam (Valium) en combinaciones de dos o tres productos y generalmente por vía endovenosa. Es ne­cesario administrar oxígeno por vía nasal. En ocasiones, hay que colocar un dispositivo en las vías respiratorias mientras el paciente se encuentra entre crisis, y aspirar en­tre una crisis y la siguiente. Es preciso mantener la hidra­tación por vía endovenosa, añadiendo además glucosa a las soluciones IV. Deben tomarse todas las precauciones necesarias durante las convulsiones. Si la temperatura del paciente aumenta, hay que establecer algún sistema de enfriamiento externo.

Precauciones frente a las crisis

El personal de enfermería tomará las precauciones perti­nentes si el paciente ha sufrido una crisis reciente con pér­dida de conciencia o peligro de lesiones. Las precaucio­nes frente a las crisis consisten en acostar al paciente en una posición elevada, con protectores laterales acolcha­dos, preparar el equipo de aspiración junto a la cama, así como 10 mg de diacepam o 2-4 mg de loracepam, y a ve­ces el equipo de oxigenoterapia.

Si el paciente nunca ha sufrido problemas respiratorios durante las crisis, no será necesario preparar el equipo de aspiración y de oxigeno­terapia junto a su cama. Si sólo sufre las crisis por la no­che, no necesitará acostarse ni disponer de protectores laterales durante el día. No es preciso tomar medidas pro­tectoras frente a las crisis cuando éstas se pueden contro­lar con fármacos o cuando hace mucho tiempo que el pa­ciente no ha sufrido un trastorno convulsivo, ya que en estos casos sólo servirían para señalar y avergonzar al enfermo.

EDUCACIÓN DEL PACIENTE Y DE SU FAMILIA

Cuando el paciente ingresa para ser sometido a un estu­dio a causa de un trastorno convulsivo, el personal de en­fermería debe informar al paciente y a sus familiares acer­ca de las pruebas diagnósticas. Una vez establecido el diagnóstico, el personal de enfermería debe reforzar la in­formación que aporte el médico y explicar al paciente y  a causa del trastorno, los posibles factores precipitantes y los protocolos de tratamiento.

El personal de enfermería debe ayudar al paciente y a sus familiares a responsabilizarse del tratamiento del tras­torno convulsivo. Se les debe informar acerca de los anti­convulsivantes, sus acciones, sus efectos secundarios y cómo controlarlos, sus efectos tóxicos y qué deben vigilar y comunicar inmediatamente al médico (p. ej., la apari­ción de anemia y ataxia), las dosis y la posología, y los ca­sos en los que pueden ser necesarias dosis adicionales de anticonvulsivantes.

Es preciso explicarles el peligro que supone el uso de otros fármacos, ya sea con receta o sin ella, el consumo de drogas junto con los anticonvulsivan­tes, e informarles de que los estimulantes (incluida la ca­feína) pueden desencadenar una crisis y que los depreso­res (incluido el alcohol) pueden provocar una sobredosifi­cación accidental.  Deben comprender perfectamente que el hecho de interrumpir la administración de un depresor puede desencadenar una crisis. Hay que aconsejarles que consulten al farmacéutico y al médico antes de tomar cual­quier otro fármaco o producto.

El personal de enfermería debe explicar al paciente y a sus familiares que la hipoglucemia, la fatiga, el agotamien­to, los cambios hormonales las enfermedades, la sobrehi­dratación y otros factores pueden precipitar la actividad convulsiva. Hay que insistir en la conveniencia de mantener un buen estado físico, incluido un régimen dietético adecuado para prevenir la hipoglucemia y un programa de actividades y reposo que eviten la fatiga y el agotamien­to indebidos. El tipo de actividades del paciente debe per­mitir un adecuado control de sus crisis. Es frecuente la ne­cesidad de instaurar un régimen intestinal regular, ya que los anticonvulsivantes suelen alterar la función y la elimi­nación intestinal normales.

El personal de enfermería debe explicar las consecuencias que tienen los anticonvul­sivantes sobre los dientes y las encías, así como la mejor forma de cuidarse la boca. Hay que insistir en la impor­tancia de los cuidados dentales periódicos.  El cumplimiento del régimen terapéutico puede ser un aspecto fundamental del tratamiento.

También hay que ayudar al paciente y a su familia a comprender las razones para modificar la forma de vida del paciente, como la prohibición de conducir vehículos de motor, de manipu­lar equipos pesados y de utilizar equipos potencialmente peligrosos, así como la necesidad de renunciar a nadar e incluso a bañarse en la bañera hasta que el paciente que­de libre de crisis durante un determinado período.

Dicho período suele ser de 1 o 2 años, dependiendo de las nor­mas estatales sobre las licencias respectivas. El paciente y sus familiares deben aceptar estas restricciones antes de que puedan seguir adelante con su adaptación a esta in­capacidad crónica.

El paciente y sus familiares necesitarán ayuda para po­der analizar sus propios sentimientos y comportamientos. El personal de enfermería debe animarles a participar en grupos organizados que se enfrenten a situaciones simila­res, y proporcionarles el nombre y la dirección de los cen­tros locales y nacionales contra la epilepsia. Si el paciente padece una epilepsia hereditaria, por ejemplo la epilepsia mioclónica, el personal de enferme­ría le ayudará a la hora de buscar consejo genético.

EVALUACIÓN

Durante la hospitalización en un centro de asistencia agu­da, el personal de enfermería controla la eficacia del régi­men terapéutico, registrando sobre todo los niveles san­guíneos de los anticonvulsivantes y el grado de control conseguido. También debe controlar la aparición de sig­nos de efectos secundarios y tóxicos de los anticonvulsi­vantes.

a. Los criterios pronósticos a corto plazo son:

Régimen terapéutico mantenido, demostrado por los nive­les anticonvulsivos terapéuticos y por la disminución de la intensidad y la frecuencia de las crisis.

Desaparición de las crisis, como demuestra la ausencia de actividad convulsiva.

Hay que valorar la respuesta del paciente y de su fami­liar al estudio diagnóstico, al diagnóstico y al tratamiento prescrito.

El personal de enfermería debe evaluar de for­ma continuada el grado de entendimiento de la informa­ción y la habilidad necesaria para tratar el trastorno con­vulsivo por parte del paciente y de su familia.

b. Los crite­rios pronósticos a largo plazo son:

Las necesidades del déficit de conocimiento están cubier­tas, como demuestran:

 

Sistema nervioso

La capacidad para explicar las medidas diagnósticas y terapéuticas;

La capacidad para identificar las necesidades especiales;

La capacidad para desarrollar un régimen terapéutico que se adecue a la forma de vida del paciente

Afrontamiento eficaz, como demuestran:

La capacidad para aceptar las respuestas de quienes pre­sencian una crisis; la capacidad para tratar de ayudar a otras personas a comprender los trastornos convulsivos y las medidas que puedan necesitar durante las crisis; búsqueda de opciones académicas y/o profesionales restringida únicamente por las limitaciones funciona­les específicas del individuo; la capacidad de elaborar planes realistas a corto y largo plazo para un desarrollo personal continuado en los aspectos psicológico, social, recreativo, económico, educacional y profesional.

 

La Documentación

El personal de enfermería registra la historia y los datos de la exploración física, en especial los relacionados con sus antecedentes convulsivos y con cualquier actividad convulsiva observada. También registra los síntomas pro­drómicos experimentados, las manifestaciones sensoriales y motoras durante las crisis, la presencia o no de inconti­nencia fecal o urinaria, la duración de las crisis y las manifestaciones postictales. Especialmente importante es documentar la información que pueda contribuir al diagnóstico diferencial y a la localización de la lesión.  Hay que registrar la existencia de cualquier factor pre­cipitante, como la fatiga, la hipoglucemia, la menstruación o las luces intermitentes, la historia anterior de convulsio­nes, los antecedentes familiares de trastornos convulsivos, el consumo abusivo de sustancias y los tratamientos farmacológicos seguidos en la actualidad y en el pasado.

El de enfermería puede ser el único personal sanitario que presencie la crisis. En esos casos, deben registrarse las manifestaciones clínicas iniciales, la evolución de la crisis, si es generalizada o localizada, y el tipo de movi­mientos y la duración de la crisis; el nivel de conciencia, el tamaño pupilar y la mirada durante la crisis, así como la aparición o no de incontinencia fecal o urinaria. Durante el período postictal, hay que registrar el nivel cognosciti­vo del paciente: grado de vigilia, capacidad de concentra­ción (memoria inmediata), memoria reciente y memoria remota. Se debe registrar el tipo y la extensión de las le­siones sufridas durante la crisis, así como la presencia, la distribución y la duración de una posible parálisis tras la misma. Cuando se produce un estado epiléptico, el personal de enfermería debe registrar la temperatura, la presión arte­rial, el pulso, los gases sanguíneos, los electrólitos, la ingesta y las excretas.

Es necesario anotar los diagnósticos, los objetivos y los planes de asistencia de enfermería. Deben anotarse en la ficha médica del paciente las pruebas diagnósticas reali­zadas y su respuesta a las mismas. El personal de enfer­mería debe registrar especialmente la respuesta al trata­miento médico y a las actuaciones de enfermería relacio­nadas con el control de las convulsiones, así como anotar en la ficha médica los efectos secundarios y tóxicos de los anticonvulsivantes.

También es necesario anotar los nive­les sanguíneos de los anticonvulsivantes.

Deben registrarse las respuestas del paciente y de sus familiares al diagnóstico y al tratamiento. Hay que anotar en la ficha todas las actuaciones educativas, especifican­do la información y las habilidades enseñadas, registrando asimismo las remisiones del paciente a otros centros o facultativos.

 

Asistencia continuada

Asistencia a largo plazo

En la asistencia a largo plazo, el personal de enfermería puede mantener el control sobre el tratamiento anticon­vulsivo en mucho mayor medida que a través de la asis­tencia domiciliaria. En un centro de asistencia a largo pla­zo, el personal de enfermería puede administrar los anti­convulsivos, controlar el uso de otros medicamentos e imponer el cumplimiento de la dieta, el programa de re­poso y la actividad y el consumo de alcohol y tabaco.

En estos casos, el personal de enfermería puede poner en práctica todas las actuaciones de promoción de la salud que hemos comentado en la sección de tratamiento; ins­tituir un régimen intestinal; dar mayor importancia a la higiene oral en relación con los efectos secundarios de los anticonvulsivantes; asegurarse de que el paciente se somete a revisiones dentales; modificar la vía de administración con la autorización del facultativo, si es que el paciente es incapaz de tomar sus medicamentos por boca (PC ej., si sufre náuseas o vómitos), y reconocer si el paciente corre el riesgo de desarrollar una crisis (PC ej., por elevación de la temperatura) y comunicárselo al médico.

Asistencia domiciliaria

A nivel domiciliario, el personal de enfermería ayuda al paciente y a su acostumbrarse a vivir con un tras-torno convulsivo. Es difícil afrontar un trastorno convulsivo, y cuesta algún esfuerzo. El personal de enfermería tratará de reducir los factores que favorecen el incumpli­miento del régimen terapéutico. El paciente debe apren­der técnicas para reducir el estrés, ejercicios de relajación, imaginación o diferentes formas de responder a los facto­res estresantes.

Cuidados de enfermería

Hay que buscar un régimen farmacológico que ayude al paciente en todo momento a recordar su obligación de tomar la medicación. Con la ayuda del personal de enfer­mería, el paciente podrá idear hábitos, costumbres o ri­tuales diarios que pueda asociar con la obligada toma de su medicación.

Los pacientes y sus familiares suelen tener ideas equi­vocadas acerca de los trastornos convulsivos y su trata­miento. La educación es responsabilidad permanente del personal de enfermería. Tanto los pacientes que viven con un trastorno convulsivo como sus familiares requieren asesoramiento previo sobre los cambios que cabe esperar y la influencia que el trastorno convulsivo pueda tener so­bre sus necesidades.

Rehabilitación

La rehabilitación de un paciente con un trastorno convul­sivo se basa a menudo en el aprendizaje de habilidades, no sólo de tipo terapéutico, sino también de habi1idades so­ciales y que le permitan llevar una vida independiente. Debido al estigma y la discriminación sociales y al exceso de restricciones y de protección por parte de la familia y de los profesionales sanitarios, muchos pacientes se pue­den convertir en inadaptados sociales. El personal de en­fermería puede intervenir buscando, poniendo en marcha o, a veces, dirigiendo grupos de preparación, clases de tra­tamiento anímico, clases de relaciones humanas y clases de sexualidad.

Igualmente, son muchos los pacientes con trastornos convulsivos que no han aprendido a vivir de forma independiente. También en estos casos, el personal de enfermería pue­de intervenir enseñando al paciente a llevar a cabo estas actividades diarias con independencia, por ejemplo hacer la compra, cocinar, limpiar y pagar las facturas. La reha­bilitación conlleva asimismo adiestramiento profesional, ya sea para buscar un primer empleo o para cambiarse a otro campo profesional en el que el trastorno convulsivo no tenga importancia.

BIBLIOGRAFIA

Beare/Myers. El Tratado de Enfermeria MOSBY. Harcourt Brace.

Hauser A. The prevalence and incidence of convulsive disorders in children. Epilepsia 1.994; 35 (suppl): S1-S6.

Oka E, Ishida S, Ohtsuda Y, Othahara S. Neuroepidemiological study of Childhood epilepsy by apllicattion of international clssification of epilepsies and syndromes (ILAE, 1.989). Epilepsia 1.995; 36: 658-61.

Kurokawa T. Clinical and E.E.G. findings and prognosis of seizure disorders in children. Epilepsia 1.996; 30: 429-40.

Espinosa E, Hernández E, Morales M. Actualización en el diagnóstico y manejo de las convulsiones febriles. Pediatría, 1993; 28: 31-5.

Espinosa E, Núñez LC. Factores clínicos y epidemiológicos en las convulsiones febriles. Pediatría 1992; 27: 41-45.