En general, se asume que el estrés puede alterar la salud actuando al menos sobre cuatro niveles relacionados entre sí: alteración de mecanismos fisiológicos (especialmente neuroendocrinos); adopción de estrategias de afrontamiento inadecuadas; instauración de alteraciones fisiológicas con funciones de afrontamiento y alteración de procesos psicológicos; apuntándose la primera como vía fundamental de influencia sobre la salud, de modo primordial la salud física (Guillén y cols., 2000).
Ante una situación estresante, el individuo reacciona con una respuesta coordinada a nivel fisiológico y conductual en su sistema nervioso central. En esta adaptación intervienen cuatro ejes: psicofisiológico, psiconeuroendocrino, psicoinmunológico y conductual.
De modo más específico, el sistema nervioso autónomo (SNA) y el sistema endocrino (SE) se encargan del control del medio interno y dos ejes hormonales juegan una función esencial (Salvador y González-Bono, 1995):
Eje simpático-médulo-adrenal
Controlado por el SNA simpático se activa en situaciones de alerta, vigilancia o emergencia. Las fibras simpáticas inervan la médula adrenal originando la liberación de catecolaminas (epinefrina o adrenalina y norepinefrina o noradrenalina). El resto de fibras simpáticas liberan esencialmente norepinefrina.
Eje hipofiso-córticoadrenal
Controlado por el hipotálamo que libera CRH (hormona liberadora de la corticotropina). La CRH actúa sobre la hipófisis promoviendo la liberación de ACTH (adrenocorticotropina). Ésta a su vez pasa a la circulación general y actúa sobre la corteza adrenal, a partir de la que se liberan los glucocorticoides, siendo el más importante en los seres humanos el cortisol.
Junto a estos cambios, se producen otros cuyos resultados de estimulación o inhibición permiten al organismo movilizar sus recursos energéticos para responder con presteza. Las catecolaminas incrementan el tono cardiovascular y respiratorio, lo que asegura un mayor y más rápido aporte de glucosa y oxígeno a los tejidos.
Ello supone un incremento de la frecuencia y fuerza de la contracción cardíaca, la presión sanguínea, el ritmo respiratorio, la sudoración, la liberación hepática de glucosa, la glucogénesis, el flujo sanguíneo muscular y dilatación de las arterias coronarias y de los vasos sanguíneos pulmonares.
De modo simultáneo tienen lugar una disminución del flujo sanguíneo a los intestinos y piel y en la actividad digestiva, renal y pancreática, e igualmente en la percepción del dolor.