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Principios para la gestión de la sostenibilidad.

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Para poder plantear objetivos y actuaciones en favor del desarrollo sostenible, es necesario establecer algunos principios basados en el entendimiento del concepto de sostenibilidad. Siguiendo al Grupo de Expertos de Medio Ambiente Urbanos, en su documento Ciudades Europeas Sostenibles, que se basó en las ideas expuestas en Framework for Local Sustainability del Local Government Management Board (UK), vamos a exponer los siguientes principios básicos:

Límites ambientales: Si se sobrepasan unos límites en la realización de determinadas actividades humanas los ecosistemas se deterioran, y el daño puede ser irreversible. La sociedad humana necesita servicios ambientales como el abastecimiento de recursos, la eliminación de residuos y otros servicios para la vida (mantenimiento de una determinada temperatura, protección contra las radiaciones, etc.). Dado que no es siempre fácil determinar los límites ambientales (la «capacidad de carga» de la Tierra y de los ecosistemas locales que abastecen a la población), el Tratado de Maastricht estableció en la Unión Europea, el Principio de Cautela que, en los casos de duda, recomienda evitar riesgos potencialmente graves para los ecosistemas.

Gestión de la demanda: Los gobiernos han de regular los mercados y las actividades publicas, incluida la configuración y funcionamiento de las ciudades, conciliando las aspiraciones de mejora de la calidad de vida con la gestión (reducción o reconducción) de determinadas demandas sociales, en lugar de satisfacerlas con riesgo para el medio ambiente, como tradicionalmente han tratado de hacer los servicios públicos. La planificación espacial local puede contribuir a encontrar un compromiso óptimo entre demandas contradictorias, promoviendo la conciliación de la búsqueda de la sostenibilidad, con los objetivos y demandas de servicios y las expectativas de la población local. Para alcanzar este objetivo hay que servirse de otros dos principios: la eficacia ambiental y la eficacia social.

Eficacia ambiental: Consiste en lograr el máximo beneficio económico por unidad de recursos utilizada y de residuos producida. La Campaña de Ciudades Sostenibles, planteó en1994 en la Carta de Aalborg algunas formas para impulsar la eficacia ambiental: la durabilidad de los productos, de forma que los costes ambientales inevitables se repartan en un período más largo de vida útil; la eficiencia técnica en los procesos de transformación de los recursos, por ejemplo, con una mayor eficacia energética; el consumo de recursos naturales renovables, sin superar la capacidad de regeneración natural de los mismos; completar el ciclo de los recursos, por ejemplo, evitando la contaminación o aumentando la reutilización, el reciclado y la recuperación; la menor utilización de recursos, especialmente los no renovables, simplificando los procedimientos productivos y evitar la utilización innecesaria o despilfarradora de recursos.

Eficacia social: Consiste en obtener el mayor beneficio social por cada unidad de actividad económica, lo que puede conseguirse con medidas como: la utilización de los bienes y servicios con objetivos múltiples e integrados, para mejorar al mismo tiempo el mayor número posible de necesidades sociales; el aumento de la diversidad social y económica, para facilitar que los bienes y servicios se aprovechen a lo largo de sus ciclos de vida por una gama lo más amplia posible de actividades sociales.

Equidad: La distribución equitativa de bienes y servicios, y de las capacidades y oportunidades para el acceso a los mismos, está estrechamente relacionada con la sostenibilidad. Los ciudadanos más desfavorecidos sufren más los problemas ambientales y tienen menos posibilidades de resolverlos. La solidaridad, como principio del desarrollo sostenible, implica el trato justo a las personas desfavorecidas, así como el trato justo a las futuras generaciones. La riqueza, por otra parte, permite a la gente consumir más bienes, viajar más, vivir en casas más grandes, etc., aumentando el consumo de recursos naturales y energía y la producción de residuos, sin tener que hacerse cargo de las consecuencias ambientales de estos actos, bien por falta de regulación controlada, bien porque los precios no responden a los costes ambientales y sociales, que en algunos casos no tienen reparación económica. Así pues, una distribución muy desigual de la riqueza causa comportamientos insostenibles, con las consiguientes dificultades para modificarlos. El Informe Brundtland, ya enunciaba que la solidaridad es un importante principio de sostenibilidad.