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COMPETENCIA

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Ningún comprador puede determinar el precio de su mercancía, sin antes observar lo que cobran las tiendas de la competencia, son los que venden mercancías comparables al mismo tipo de clientela y proporciona servicios similares.

 
El comprador estudia la competencia porque son pocas las tiendas que pueden obtener utilidades si continuamente venden bienes a precios más altos que los que este ofrece si la tienda ofrece a sus clientes mejores servicios que la competencia se justifica que cobran más.

 
Sin embargo una tienda de este tipo pronto descubrirá que su clientela está constituida por consumidores de mayores ingresos.
Por lo general son clientes de menores ingresos los que están más interesados en precios bajos.

 
Competencia perfecta y precios
Pero la competencia perfecta no existe. Nadie, en consecuencia, puede atentar contra ella y, por ende, a nadie se le puede exigir que se comporte como si ella existiera. Siempre establecerá una presencia dominante de determinadas empresas, no siempre incompleta y las decisiones que tomen los consumidores marcadamente subjetivos, entre otros aspectos.

 
La sola idea de que exista un conjunto correcto de precios carece de fundamento. La virtud de una economía de mercado es, precisamente, la flexibilidad de estas variables para responder a movimientos de la oferta y la demanda. De esta manera los precios transmiten señales sobre costos de cada producto, es decir, sobre el valor de los recursos económicos empleados en su producción. Es así como se orientan los recursos productivos hacia sus usos socialmente más valiosos. Esto es, cuando son el resultado de intercambios voluntarios de patrimonios privados.

 
La competencia es, no sólo en el ámbito de la economía sino también en muchas otras esferas de la actividad humana, mecanismo cuya utilización sólo se halla justificada en la medida en que se desconozca quienes son los más capacitados para resolver los correspondientes problemas.
Únicamente recurriendo al proceso competitivo, cabe descubrir quiénes, en determinadas circunstancias, logran comportarse de manera más adecuada.
El problema consiste en establecer cómo se puede utilizar mejor la información, la capacidad y oportunidades de los consumidores para obtener nueva información de que disponen los miles de individuos y que nueva información de que disponen los miles de individuos y que nadie puede, por tal motivo, poseer individualmente en su totalidad.

 
Debe mirarse la competencia como un proceso que facilitan la adquisición y transferencia de información a nivel interpersonal y es absurdo imaginar a priori que alguien esté en posesión de todo un cúmulo de conocimientos.
La competencia facilita, en el caso que se le permita actuar adecuadamente, y en mayor medida que cualquier otra mecánica conocida, la utilización de un superior nivel de capacidades y conocimientos individuales.
Pero debemos tener mucho cuidado porque en no pocas oportunidades se recurre a expresiones metafóricas para aludir a la competencia utilizando términos propios de la contienda bélica. Este traslado impropio de términos resulta sumamente peligroso, puesto que desdibuja la naturaleza del proceso competitivo en el que no hay lesiones de derechos y, donde, por definición, se excluyen el fraude y la violencia.

La competencia indica simplemente cuáles son las mejórese empresas para prestar servicio especifico o para producir determinado bien.
Entonces, un gobierno que no aliente la competencia, no reduzca impuestos, no derogue reglamentos y no controle las emisiones monetarias y el gasto público que generan inflación, no puede hablar seriamente de planes en forma permanente la propiedad y la libertad de empresa. Es el secreto de los países que han logrado vencer la pobreza a través del aumento constante de la productividad.