El Imperio de los Incas
Extensión del Imperio.
Habiendo tenido los principios más humildes llegó el imperio de los Incas a extenderse más que el Imperio Romano; a lo largo de la costa ocupó de treinta y nueve a cuarenta grados de latitud, y hacia el interior penetraba en las montañas. Las actuales repúblicas del Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y parte de Buenos Aires estuvieron comprendidas en esta vasta dominación, a que los Incas dieron el nombre de Tahuantinsuyu (los cuatros linajes juntos). Con los nombres de Antisuyu, Collasuyu, Cuntisuyu y Chinchasuyu se expresaban las inmensas regiones del oriente, mediodía, poniente y septentrión, que estaban ya sometidas, o que se aspiraba a conquistar.
Población.
Sería aventurado todo cálculo en que se tratara de precisar la población del imperio; mas podemos afirmar sin el menor riesgo de exageración, que los Incas contaban más de diez millones de súbditos. Gran parte de los habitantes vivían dispersos en los campos y en las punas. Mas el número de poblaciones fue de algunos miles, la mayor parte muy pequeñas. Las ciudades metropolitanas, que eran el centro de varias provincias, pasaron de veinte. En el territorio actual del Perú fueron las principales ciudades de la costa Tumbes, baluarte del Norte, Jayanca, Chimu, Pachacamac y Chincha, en la sierra Huancabamba, Cajamarca, Huánuco, Hatunsausa, Vilcas; las residencias reales, las capitales del Sur y la corte del Cuzco que contenía en su recinto más de cuarenta mil habitantes y en sus arrabales más de doscientos mil. Aunque conquista reciente, el reino de Quito ostentaba esta antigua capital de los Sciris y otras poblaciones considerables.
Monumentos de los Incas.
Por sus edificios públicos fue el Cuzco la Roma del nuevo mundo, haciéndose admirar por sus calles largas bien alineadas y empedradas primorosamente, por sus espaciosas plazas, por su río canalizado con sumo trabajo, por el templo del Sol llamado con razón Coricancha (cerco de oro), por la casa de las escogidas, por los palacios de los Incas y por la asombrosa fortaleza de Sacsahuaman. Casi tan admirable como Coricancha fue el templo dedicado al Sol en la isla de Titicaca. Hubo otros quince o más templos de increíble riqueza entre los que se distinguían los de Pachacamac y Vilcas. Entre las obras tan notables, por sus vastas proporciones, como dignas de aprecio por sus ventajas, merecen especial consideración los acueductos y los caminos. Los acueductos llevaban el riego a los pastos de la sierra en la estación seca y la fecundidad a los arenales de la costa, como puede verse en los de Nazca. En los caminos principales había magníficas casas reales, tambos extensos, albergue para los correos, calzadas en los atolladeros, pretiles en los derrumbaderos, graderías en las cuestas, y puentes de varias clases en los ríos, siendo muy de admirar los puentes de maromas suspendidos sobre las grandes corrientes y los puentes flotantes del desaguadero. Los caminos generales fueron dos, uno por la costa y otro por la sierra; en éste, que pasaba de quinientas leguas, se vencieron inmensas dificultades, y la construcción fue tan sólida que en muchos puntos todavía se conservan admirables restos. Por todo el imperio se levantaron magníficas fortalezas, cuarteles, palacios y templos.
Vicisitudes del Imperio.
El origen de los Incas está envuelto en fábulas. Según la tradición más conocida, compadecido el Sol de la barbarie en que yacían los peruanos, envió para civilizarlos a sus hijos Manco Capac y Mama Ocllo que eran a la vez esposos y hermanos: «tomad esta cuña, les dijo dándoles una barreta de oro, golpead con ella en todos los sitios adonde llegareis; y estableceos en aquel en que se hundiere al primer golpe. Allí daréis principio a vuestras exhortaciones, enseñando a los hombres a que me adoren y a que os obedezcan como a hijos míos». La celestial pareja salió de la isla de Titicaca y después de haber visto desaparecer la cuña de oro en el cerro de Huanacaure, se estableció en el Cuzco para dar principio a su misión civilizadora. Manco enseñó a los hombres el cultivo de los campos y las primeras artes de la vida civil; y las mujeres aprendieron de Mama Ocllo el hilado, el tejido, la costura y las virtudes que hacen la buena madre de familia.
Los sucesores de Manco Capac avanzaron desde luego con la prudente calma de los misioneros, esperando más de la razón que de la fuerza y conquistando más con los beneficios que con los ejércitos. Sus progresos fueron muy lentos y su dominación no se extendió sólidamente sino en las regiones cercanas al Cuzco. Habiéndose hecho muy poderosos y excesivamente ambiciosos hubieron de sufrir los azares de la guerra y aun se vieron expuestos a perecer con toda su raza cerca de su venerada capital; reinados florecientes fueron seguidos de otros menos prósperos; a soberanos inteligentes sucedió alguno poco cuerdo, a los virtuosos alguno corrompido, y a los activos y animosos algún pusilánime o indolente. Mas habiendo puesto bajo su yugo a enemigos formidables, se avanzaron sin peligro aunque no sin rudos combates hasta los confines del Maule en Chile y los de Angasmayo al Norte del Ecuador; así se formó un imperio rival de los grandes imperios del Asia; pero no pudiendo amoldarse a las necesidades del progreso y siendo más brillante que sólido, estuvo cerca de su ruina cuando llegó a su mayor grandeza y las divisiones interiores le hicieron caer fácilmente al primer golpe de la invasión española. La duración del Imperio de los Incas, contando desde Manco Capac hasta la muerte de Huaina Capac, fue de doscientos cuarenta años según los cálculos más reducidos, y de quinientos según testimonios respetables, que hacen remontar su fundación al siglo once.
Número de Incas.
Se cuentan unos doce soberanos desde el fundador del imperio hasta su partición, a que siguió de cerca su ruina, y son más comúnmente conocidos bajo los nombres siguientes:
- Manco Capac.
- Sinchi Roca.
III. Lloque Yupanqui.
- Maita Capac.
- Capac Yupanqui.
- Inca Roca.
VII. Yahuar Huaca.
VIII. Viracocha.
- Pachacutec.
- Inca Yupanqui.
- Tupac Inca Yupanqui.
XII. Huaina Capac.
Huaina Capac dividió el imperio entre sus hijos Huascar y Atahualpa, lo que facilitó la conquista española; Manco, otro hijo de Huaina Capac, disputó a los conquistadores la herencia de sus mayores y legó sus derechos a sus hijos Sairi Tupac, Titucusi Yupanqui y Tupac Amaru, en quien se extinguió el linaje legítimo de los Incas.