Administración de Gonzalo Pizarro.
En 1545, durante los estragos de la guerra civil, Gualca, indio de Chumbivilcas que trepaba en persecución de unos venados por el áspero cerro de Potosí, desprendió de raíz un arbusto a que se había asido y vio al descubierto una riquísima veta de plata; en pocos años se levantó allí una gran población y el mineral más opulento. Por el Norte se descubrieron también en los confines del Perú y Quito abundantísimos veneros de oro; y para explotarlos mejor acordó Gonzalo la fundación de Loja.
El vencedor de Añaquito pensó legitimar con los beneficios el gobierno asaltado por la fuerza; gratificaba espléndidamente a sus partidarios; procuraba ganar a sus enemigos con favores; protegía los descubrimientos, la minería, la ganadería, el cultivo de la tierra y el comercio; y trataba de desagraviar a los indios y desenojar al Emperador.
Su popularidad era extrema; donde quiera le aclamaban libertador del Perú, gran capitán e invicto caudillo; de Quito a Lima fue recibido en las poblaciones del tránsito con las mayores efusiones de entusiasmo; y en la capital entró en medio de cuatro prelados, por un carrero adornado para el triunfo, entre continuos vivas, repiques de campanas y homenajes religiosos.
Su poder parecía descansar sobre bases sólidas; podía levantar un gran ejército, contaba con una escuadra irresistible, disponía de un millón anual de pesos y sus amigos guardaban las entradas del Perú. Su autoridad y su corte eran las de un Rey absoluto; y no le faltaron consejos para que se ciñera la corona, buscando la alianza de los indios, creando una grandeza como la de España, y solicitando el favor del Rey de los franceses y del Sumo Pontífice.
La emancipación del Perú pedía otros hombres y otros tiempos; ni entonces era posible la fusión nacional entre españoles e indios, ni la naciente colonia había llegado a la edad de la independencia. La división de los conquistadores, las ideas dominantes y los intereses egoístas iban a determinar una reacción irresistible, cuando Gonzalo vacilaba en coronarse.